Lee gratis este relato Chenrich, ship de Life is Strange True colors. El relato transcurre en el capítulo 4, festival de primavera. ¡Disfrútalo!
Alex salió a la azotea con el corazón bombeándole con fuerza. Steph le había dicho de verse allí y desde que le dio la rosa llevaba pensando en si esa misma noche, en el festival de las flores, podrían besarse por primera vez. Sonrió mientras recordaba cómo le cambió la cara a Steph cuando le tendió la flor mientras pinchaba música en la autocaravana.
La observó de espaldas, observando el pueblo, que estaba animado por la fiesta, y decidió hablar para llamar su atención.
—Ey, ¿dices que tienes un notición?
—Me marcho. Me voy de Haven Springs. ¿Te lo puedes creer? Vuelta a la carretera, ¡por fin, joder!
Eso sí que no se lo esperó, pero intentó actuar normal, que no se le notara que había sido un palo para ella.
¿Steph se iba a ir de allí?
—Espera, ¿en serio?
—Voy a volver a tocar, Alex, donde yo quiera. —Steph sonrió ampliamente, contagiándole esa alegría—. Dios, ¡había olvidado que me sentaba de puta madre!
Pero a pesar de lo que sentía gracias a ese poder empático que tenía, la noticia no le gustó, porque… ¿no iba a ver a Steph a diario? No podía imaginarse siquiera a otra persona llevando la tienda de discos del pueblo. Pero decidió alegrarse por ella.
—Hostia puta, Steph, ¡qué pasada! —dijo mientras se acercaba a ella—. Me alegro muchísimo por ti. Pero no podemos perder el contacto.
—¿Crees que te vas a librar de mí tan fácilmente? Venga ya, Chen.
Se sonrieron y vio cómo Steph se movía hacia la mesa de la azotea.
—Necesito un destino nuevo y tú eres mi amuleto de la suerte.
Steph sacó tres postales de diferentes ciudades.
—Eliges tus amuletos de la suerte como el culo.
—Calla —contestó divertida y colocó los tres destinos sobre la mesa para que Alex los viera—. Elige una.
Alex las observa: una era de Berlín, otra de Salem en Massachusetts y la última de Ocean. Alex señala la de Berlín.
—¡Berlín! ¡De puta madre! Bowie grabó Heroes en Berlín y ese disco es la polla. ¿Dónde voy a vivir?
—En un ático enorme con suelo de hormigón y paredes de ladrillo visto —se permitió fantasear.
—Me apalancaré en la escalera de incendios y escribiré canciones en un cuaderno de piel mientras bebo absenta a morro.
Alex puso cara de asco antes de contestarle divertida.
—Algún día convertirán ese ático en un museo: «Steph Gingrich grabó blablabla aquí y es la polla». —Ambas se rieron—. Me parece un planazo espectacular.
Steph sonrió aún más al escucharlo.
—Genial. Pues ven conmigo —dijo dando un paso hacia Alex.
—¿A Berlín? —preguntó como si fuera algo inimaginable para ella.
—¡Claro! ¿Por qué no? No tenemos que ir directas ahí, pero… algún día. —En su voz se podía percibir la esperanza, aunque Alex sentía su miedo—. Aún tengo amigos en Seattle que organizan bolos. Podríamos empezar ahí. O… yo qué sé. —Estaba nerviosa—. ¿Kansas City? ¿Las Vegas? ¡Donde queramos! —Observó el pueblo donde vivían unos segundos antes de volverse seria hacia Alex—. Mira, no quiero meterte presión, pero… he visto lo mucho que te entregas para darles a los demás lo que necesitan. Y me pregunto si alguna vez te has parado a pensar en lo que necesitas tú.
Alex bajó la mirada y suspiró. Steph volvió a acercarse a ella y continuó hablando:
—Quiero decir… me gustas mucho, Alex —A la chica asiática le sorprendió la confesión y sonrió—. Eres la hostia de importante para mí.
Se quedaron mirándose unos minutos directamente a los ojos. Alex pudo percibir que tras aquel «me gustas» Steph se moría de miedo por obtener algo de vuelta, así que dio un paso hacia la chica. No se lo pensó mucho antes de acercarse a ella, escuchándola pensar «¡bésame! Oh, bésame, bésame, bésame…».
Alex dio otro paso antes de observar sus reacciones con detenimiento y llevar las manos a su cabeza para atrapar los labios de la chica de la tienda de discos de Haven. No tardó en sentir cómo su aura morada cambiaba a otra de amarillo intenso, inundándolo todo de felicidad. Sintió la sonrisa de Steph en los labios antes de besarse de nuevo y envolverse mutuamente en un abrazo sin dejar de acariciarse los labios.
Estuvieron disfrutando de la calidez de los labios de la otra antes de que Alex se separara de ella con cuidado, sonriendo en el camino, y se miraron a los ojos mientras se daban la mano.
—No hace falta que lo decidas ya, ¿vale? —le dijo con una voz muy cálida—. Pero piénsatelo.
—Me lo pensaré. Gracias.
Steph se acarició el cuello antes de volver a hablar.
—Tengo que volver, ¿hablamos luego?
Alex vio cómo salía de la azotea e intentó poner en orden lo que sentía, pero decidió que en esa ocasión lo mejor era dejarse llevar. Salió de la azotea y bajó para encontrarse a Steph dirigiéndose hacia la salida de su hogar.
—Espera.
Alex se mordió el labio mientras caminaba decidida hacia ella, terminando de bajar las escaleras. Steph la observó con curiosidad y Alex la besó sin darle tiempo a decir nada más, tampoco tenía por qué explicarse, porque podía notar lo que Steph sentía.
Esa vez el beso fue muy distinto, porque se despertaron otras emociones en ellas, y sus lenguas formaron parte de ese juego.
—¿Crees que notarán que la DJ oficial de Haven Spring no está en el festival unos quince minutos?
—Necesito más de quince minutos —contestó Steph besándola de nuevo tras hacerle sonreír—. Seguro que Ryan puede cubrirme, deja que le escriba.
Steph cogió su móvil y empezó a teclear mientras Alex besaba su mandíbula entre sonrisas y bajaba por su cuello.
«Ryan, necesito que me cubras… Oh, joder… Estoy en mitad de algo… Pufff… O en el principio de algo… Me vas a matar, Chen… luego te contamos… enviar, enviar».
Alex soltó una risita sobre su piel y Steph la miró con diversión tras separarla ligeramente de su cuerpo, empujándola hacia la cama y dejando el móvil sobre la mesita de noche de camino.
—Vale, Alex Chen, más te vale no meterte en mi cabeza.
—No prometo nada.
—Gilipollas.
Volvieron a besarse y la espalda de Alex golpeó el colchón en cuestión de segundos. Esa nueva postura provocó un sonido de agrado por parte de ambas y la chica del gorrito no perdió el tiempo y le comenzó a besar el cuello, arrancándole gemidos por la forma en la que lo hacía.
—Perdóname si no lo hago despacio, ¿vale? Tengo poco tiempo y muchas ganas.
—Te perdono —contestó Alex con voz agitada sin apartar la mirada de la chica.
Steph bajó por su cuerpo y le levantó la falda hasta dejársela en la cintura.
«Maldita falda, desde que la he visto con ella puesta he pensado en esto. Joder, qué buena está».
Y Steph también lo estaba.
—Si no estás cómoda o no quieres hacer esto… puedes pararme cuando quieras.
—Claro que quiero esto.
—Me alegro.
—Lo sé.
Se sonrieron, aunque se podía palpar el nerviosismo por la anticipación. Steph perdió la sonrisa y se centró en besar en el interior de su muslo cuando Alex separó las piernas, dándole el espacio para ello y más.
—Oh, Dios… —murmuró cuando Steph apartó la tela de sus bragas y lamió por primera vez su centro.
La ayudó sujetando ella la tela y de vez en cuando sentía la húmeda y caliente lengua de la chica pasar por sus dedos. La observó en todo momento, aunque había instantes en los que sus ojos se cerraban por el placer que le otorgaba.
—Sigue, Steph —dijo y separó más las piernas.
Se acarició el pecho y el vientre mientras bajaba la mano hasta la cabeza de Steph y le quitó el gorro, lanzándolo lejos, para después enredar los dedos en su pelo. La acercó más, si se podía, y la chica de la tienda de discos soltó un sonido de agrado sin dejar de lamer su intimidad.
«Oh, Dios. Joder, Chen».
Nunca había sentido de esa forma la excitación de otra persona en aquella aura tan amarilla, cada vez más, cegándola por completo.
No supo cómo lo hizo, pero estiró la pierna y dobló la rodilla para que su pantorrilla estuviera entre los muslos de Steph, y la apretó en su entrepierna para que se diera placer o si no iba a explotar. Sabía que le costaría por los pantalones vaqueros, pero escuchó su agradecimiento silencioso al mismo tiempo que movía las caderas.
Eso de poder leer la mente mientras sentía las emociones no estaba tan mal en esos momentos.
Le acarició la cabeza cuando terminó en la boca de Steph, pero esta se dedicó a continuar lamiendo cada parte de su intimidad. Le agarró varios mechones de pelo y la animó a subir de nuevo por su cuerpo para besarla en los labios.
Pudo sentir un sabor distinto en su boca, además del gemido que Steph le regaló cuando le desabrochó los pantalones y coló la mano dentro de ellos.
«Dios, sí…».
Steph le devolvía el beso de forma torpe, pero no dejó de acariciarle los labios. Alex sentía sus dedos muy húmedos y lo aprovechó para tantear la entrada a su vagina. Steph abrió los ojos y se observaron mientras respiraban agitadas.
—¿Quieres? —decidió preguntarle también por su consentimiento.
—Claro que quiero, Chen.
Steph movió las caderas para animarla a penetrarla.
«Joder, entra, entra, entra…».
—Si prefieres otra cosa, estoy más que dispuesta.
—Te quiero así —murmuró y a Alex le encantó cómo sonó su voz.
Deslizó un dedo por su entrada para asegurarse de que no iba a dolerle, y automáticamente introdujo un segundo, disfrutando del gemido que le arrancó a Steph. Estaba guapísima de esa forma, el pelo despeinado, los labios hinchados por los besos y las mejillas sonrojadas. Fue una de las razones por la que pidió a la chica que le quitase las gafas, porque se le empañaban continuamente con sus alientos agitados.
Steph lo hizo con cuidado, estaba segura, pero se rieron entre gemidos cuando Alex se quejó al darle la patilla en el ojo.
—Lo siento.
Alex la empujó y se puso encima de la chica, empujando con su brazo lo mejor que pudo para que Steph gimiera más alto, porque gemía muy bien. Ahora era el puño de la chica de la tienda de discos el que sujetaba su pelo y aquellos besos torpes unido a lo que sentía por todo el cuerpo hicieron que de nuevo creciera la necesidad de ser tocada.
Era como si la excitación de Steph se uniera a la suya, creando una de doble magnitud.
Alex se mordió el labio mientras observaba cómo Steph se arqueaba ligeramente y se corría en sus dedos justo en el momento en el que un pitido desagradable se colaba dentro de su apartamento desde el exterior.
—¿Qué coño…? —dijo Steph molesta.
—Debe ser Ryan, no se le da tan bien como a ti —se burló.
—Mierda, mierda.
Alex sonrió mientras se tumbaba de lado y la veía levantarse rápido de la cama y abrocharse el pantalón.
—No te van a echar de la tienda de discos —dijo divertida.
—Necesito cuidar mi imagen —comentó con orgullo antes de pasar la mirada por su cuerpo.
«Joder, qué buena está… ¿de verdad me tengo que ir?».
Alex soltó una risita y Steph le sonrió.
—Cuando termine el festival puedes pasar la noche aquí —le propuso y vio cómo los ojos de Steph brillaban antes de que asintiera—. Corre, ve a salvar la música, en unos minutos voy.
Aceptó los labios de Steph cuando se inclinó sobre el colchón para besarla y despedirse. Alex suspiró, llena de alegría, y se levantó, colocándose bien la falda. Vio el gorro de Steph mientras se dirigía a las escaleras y lo cogió divertida antes de ponérselo en la cabeza y subir a la azotea a contar todo lo que había sucedido ese día.