Aquí podrás leer gratis el primer capítulo de la historia lésbica Cantando bajo la nieve de Cris Ginsey:
Capítulo 1: El primer paso.
Llevaba jugando al baloncesto desde que era una niña, siempre le había gustado la energía que se derrochaba en los partidos y había algo de relajante en el sonido que hacía las suelas de las zapatillas contra el suelo. Marcó otro tanto y dio un saltito mientras corría hacia su mitad de la pista, buscando a la persona a la que tenía que defender. Quedaba poco tiempo para el último descanso, y se moría por poder estar en el banquillo y beber agua. Además de apreciar el espectáculo. Miró de reojo hacia donde se encontraban las chicas animadoras y sonrió a una de ellas, que la miraba fijamente.
Cuando su amiga le sugirió que debía salir del armario, no pensó que iba a ser todo tan increíble. Porque desde que lo hizo las chicas casi le saltaban encima, algo que no había tenido antes, ¿de verdad pensaban que era heterosexual? Siempre había pensado que era poco disimulada a la hora de mirar a las chicas, y con las que estuvo antes se quedaron siempre en secreto por parte de las dos.
—Dios, se te cae la baba, Alex. —Escuchó a Courtney a su lado y se giró para enfocarla, lanzándole agua en la cara.
—Nadie dice nada cuando tú babeas por el entrenador.
—Está muy bueno. —Su amiga miró hacia el banquillo para observarlo mientras hablaba con otras chicas del equipo. Ella bufó antes de volver a contemplar a las animadoras bailando—. Grace ha perdido las bragas contigo.
Sonrió al escucharla y contempló a la chica en cuestión, recorriendo su cuerpo mientras bailaba y viendo que le dedicaba un guiño antes de darse una vuelta sobre sí misma. Uff.
Esa vez la que recibió agua fue ella: Courtney acababa de echársela toda por encima, provocando risas entre sus compañeras de equipo.
—¿Esta noche vienes a la fiesta, Alex? —preguntó Jessica, una de las animadoras, mientras pasaba por su lado.
—Viene Grace —canturreó Ofelia, abrazando a la susodicha.
—¿Despedida antes de Navidad? —preguntó con media sonrisa.
—Tenemos que hacer lo que deseamos hacer, porque después no nos vemos hasta el año que viene.
—Qué gran excusa. —Alzó las cejas y conectó la mirada con la de Grace—. ¿Te recojo? —le ofreció y la chica asintió antes de que el entrenador les mandase volver a la pista y terminar el partido.
Una vez salió de las duchas se despidió de sus amigas antes de subirse en la bicicleta y pedalear en dirección la residencia donde se hospedaba en el campus, pero antes tenía que hacer su parada de siempre: la cafetería librería que quedaba a unos cinco minutos de su calle.
Sí, le gustaba leer, pero lo que más le gustaba era la camarera que había allí. Era la chica más increíblemente guapa, y trabajaba los lunes, miércoles y viernes por la tarde, además de los martes y jueves por las mañanas. Tenía una sonrisa impresionante y le encantaba recorrer su anatomía, quizás un poco babosa, pero es que si te colocaban semejante preciosidad frente a tus narices tenías que mirarla.
Entró a la cafetería tras dejar la bicicleta asegurada en su sitio, y miró entre la gente, viendo que estaba tan lleno como los viernes por la tarde solía estar. Quizás ni le tocaba a ella de camarera, qué putada. ¿Y dónde estaba? Inspeccionó el local, pero no la vio. ¿Y si no estaba? Bufó frustrada antes de sentarse en una de las mesas que más le gustaban: las del final que tenían sillones. La decoración era una pasada, y le encantaba tomarse allí un café mientras leía su libro. Y la miraba por encima de las páginas. Sinceridad ante todo.
—Ya pensaba que hoy no te veía, Alex.
Intentó que no se le notase el escalofrío cuando escuchó su voz, entonces miró hacia arriba para verla guardándose la libretita de notas en el bolsillo delantero del delantal que llevaba.
—Tenía que venir a verte, Raven.
La chica le dedicó una de esas sonrisas bonitas con aquella mirada de «no empieces», porque siempre empezaba. Miró esos labios que deseaba probar desde que la vio por primera vez.
—¿Lo de siempre? —le encantaba que se lo supiera, aunque su parte racional le decía que se lo sabía porque era una pesada y estaba ahí medio viviendo.
Asintió y la chica se giró sobre sí misma para ir hacia la barra, que estaba a la derecha una vez bajabas las escaleras. Colocó bien la bolsa de deporte en el suelo y sacó de la mochilita donde llevaba sus objetos personales su Kindle, abriendo el libro que estaba leyendo en esos momentos. Farenheit, de Ray Bradbury. Últimamente le había dado por la distopía, aunque sabía que pronto estaría leyendo cualquier otra cosa. El género no era importante si lograba atraparla entre sus páginas. Bueno, en el caso de un Kindle, ¿qué sería? Entre sus…
—Confiesa: ¿los compras o los descargas gratis? —Escuchó aquella voz que le provocaba tantos escalofríos. Porque confesaba que físicamente era una jodida diosa, pero es que hasta la voz la tenía sexi. Pondría la mano en el fuego para admitir que no era americana, o al menos no vivía allí desde hace mucho, porque tenía un acento que le volvía loca.
—Los compro. Soy una tía legal.
Observó sus brazos mientras levantaba la cafetera y vertía el líquido en su taza, y como siempre le echó de más porque no le decía eso de «ya» antes de que cambiase a la leche. Tenía que hacer algún deporte, porque estaba tonificada. Vio que sonreía antes de contestarle.
—No tienes que fingir delante de mí, Alex.
—Admito que me he descargado alguno, pero ahora mismo pago una cuota para poder leer de forma legal. Además, algo debe sacar para comer la gente que escribe, ¿no?
—Eso creo. —La chica la miró divertida antes de asomarse para ver qué leía.
—Es Farenheit —le explicó.
—Cuando lo leas me dices qué te ha parecido. —Asintió de nuevo, echándole azúcar a su café mientras Raven recuperaba la cafetera y el recipiente de la leche—. Lo malo de los Kindle es que no se puede cotillear qué leen.
—¿Eres de las que mira las portadas de los libros que lee la gente en el metro?
—¿Tú no? Eres una chica a la que le gusta observar. O esa es la impresión que me da.
Uf. Si es que daba igual lo que le hubiera dicho, ella tenía que intentarlo siempre, porque ¿y si algún día resultaba que sí? ¿Qué tendría que hacer para que una chica como Raven se fijase en ella? Una vez más, su boca fue más rápida que su parte más racional:
—¿Sigues siendo hetero? —le preguntó y sonrió al verla poner los ojos en blanco.
—¿Sabes? Hasta ahora no había escuchado hablar de ti.
—¿Ya voy teniendo reputación? Espero que no te creas todos los rumores que oyes por ahí. —Rio divertida antes de girar su taza, poniendo morros al darle la vuelta completa—. ¿Hoy tampoco me das tu número?
La chica soltó una risita antes de girarse y desaparecer. Suspiró satisfecha por la conversación, parecía que en cada encuentro hablaban un poco más. No esperaba que nunca cediese, porque obviamente la heterosexualidad que desprendía le hacía hasta daño. Pero era su amor platónico de siempre. Así que mientras tuviese dos piernas que le llevasen hasta la cafetería, iría allí a verla.
***
Dejó el delantal en la percha de la despensa, lo que significaba descanso hasta la semana siguiente. Miró el reloj de pared y suspiró, porque una vez más salía más tarde de lo normal. Recogió su bolso de la taquilla y se colocó el abrigo antes de salir a la calle. No caminó demasiado cuando una bicicleta pasó por su lado.
—Te explotan ahí dentro —habló Alexa mientras pedaleaba lentamente para ir a su ritmo.
—Las horas extra están mejor pagadas.
—Si no tuvieran camareras guapas, la gente no pasaría tanto tiempo ahí dentro.
Tuvo que reírse. Era la primera vez que estaba ahí a la salida de su trabajo, así que la pudo ver en otro contexto que no fuese sentada en un sillón de cuero bajo la luz de una de las lámparas de la cafetería. La chica era muy guapa, era una belleza que incluso a ella le sorprendía, sobre todo sus ojos y su boca. Parecía haber sido diseñada para la perfección, porque también tenía un cuerpo que cuidaba bastante bien —hacía poco tuvo la noticia de que jugaba al baloncesto—. Además de que hacía poco le confirmaron que Alex era homosexual —antes creía que bisexual, por el hecho de que tonteaba con ella en la cafetería, aunque al principio pensaba que no iba en serio—. Era una pena que no estuviese disponible para el campo masculino, sabía de uno que estaba loco por ella: su compañero en el café. Nada más había que verle la cara cuando llegaba la chica cada día.
La noticia de que era lesbiana le llegó porque Grace les contó que era bisexual, y confesó que se sentía así desde que se fijó en esa famosa «Alexa», que casualmente decidió salir del armario por todo lo alto besándose en público con una chica. ¿Novia? No lo supieron, Grace no dio más detalles.
En esos momentos, la chica frenó la bicicleta justo frente a ella.
—Sal conmigo.
Así sin más y mirándola fijamente con aquella sonrisa de lado.
—No me gustan las chicas —rechazó amablemente, pero la jugadora de baloncesto no eliminó la sonrisa de su rostro.
—¿Cómo sabes que no te gustan? —preguntó.
—Estoy saliendo con alguien, Alexa.
—¿Cuál es la excusa verdadera entonces? Es para volver a pedírtelo si me entero de que te quedas soltera.
—Tienes fama de estar con muchas. —Se cruzó de brazos y la miró fijamente a los ojos.
—He dicho que no te creas todos los rumores sobre mí.
—Y si me baso en lo que sé: te gusta el café con leche, más café que leche, el chocolate, leer y montar en bicicleta.
—Más que suficiente para darme una oportunidad.
—No creo que funcionase —se burló, suprimiendo una sonrisa y rodeando la bicicleta de la chica para continuar con su camino.
—Puedo hacer que funcione. —Escuchó tras ella, y volvió a tenerla a su lado.
—Voy a contarte algo sobre mí.
—Quiero saberlo todo sobre ti. —Sonrió y ella se acercó hasta donde estaba.
—Necesito más que una simple noche de pasión.
Alexa se bajó de la bicicleta y dejó que se cayese al suelo, antes de dar un paso hacia ella, quedando más cerca.
—Puedo darte más que una simple noche de pasión.
—No es lo que he oído de ti —contestó sin dejar que aquella pequeña distancia le influyera en mantener la voz firme.
—Sal conmigo y conozcámonos.
—No. —Sonrió y le gustó ver cómo la chica también lo hacía, dando un paso hacia atrás y suspirando.
—Te estoy pidiendo una cita. No una noche de pasión.
—¿Cómo son las citas contigo? —La chica volvió a subirse en su bicicleta cuando comenzó a caminar de nuevo.
—Ven a una y te lo enseño.
—No insistas.
—Soy muy pesada cuando quiero algo.
Rio suavemente y no le molestó la compañía de Alex, la verdad. Miró a su lado y la vio pedaleando, distraída, y de repente conectaron sus miradas y se aguantó la risa cuando la muy tonta se cayó al suelo. Confesaba que nunca había dudado de su sexualidad, siempre había pensado que era heterosexual. Bueno, ni siquiera tuvo que pensarlo, simplemente había estado con distintos chicos y nunca había sentido ningún tipo de atracción por alguna chica. Alexa fue la primera que flirteó de ese modo con ella. ¿Le desagradaba? No, para nada, le parecía divertido. Al menos no se lo tomaba demasiado en serio, sobre todo por aquellas sonrisas que la jugadora de baloncesto adoptaba. Si se lo dijese para conseguirlo realmente, lo haría de otra forma, ¿no?
La ayudó a levantarse y enderezó la bicicleta mientras la chica se sacudía la ropa. Se dio cuenta de que se había hecho un pequeño arañazo en la barbilla y sacó un clínex para cubrirle la herida con él.
—Gracias —murmuró la chica.
—¿Te has hecho daño? —La recorrió con la mirada indicando si se había dado en algún otro lado más fuerte y Alexa negó como respuesta.
—Sal conmigo —pidió una vez más y mirándola fijamente a los ojos.
Bajó la mirada hasta sus labios y esa fue la primera vez que se preguntó cómo sería besar a una chica. Escuchó a Grace decir que la diferencia entre hacerlo con un chico y con una chica era indescriptible. Sonrió a Alexa y se insinuó un poco, para ver sus reacciones, y le gustó que aguantase el aliento cuando se acercó bastante a su boca antes de contestarle:
—No.
La chica se lamió los labios y ella la empujó ligeramente para abrirse paso de nuevo, escuchándola suspirar para soltar todo el aire contenido. No sabía por qué, pero la conoció hacía un par de meses, al inicio del curso, y tan solo con sus conversaciones simples en la cafetería sentía una especie de vínculo con ella. Le parecía muy agradable y divertida, además de interesante. Podrían hablar un poco más, quizás de ahí naciese una bonita amistad. Aunque no dejase de insinuarle cosas, no se sentía nada incómoda con aquellas palabras.
Alexa la acompañó hasta la residencia, despidiéndose hasta la próxima y pedaleando hasta el final de la calle. Se quedó mirándola hasta que desapareció de su vista. ¿Y si tenía intenciones reales con ella? Comprobó el móvil y tenía varios mensajes en el grupo de sus amigas.
Jess: ¿Cómo veis a Grace para su cita?
Jess: (Foto de Grace posando)
Sonrió al verla, su amiga era muy guapa, tenía que admitirlo. Decidió responder:
Raven: Está preciosa. ¿Con quién es la cita?
Ofelia: La jodida Alexa.
Frunció el ceño y miró al frente mientras caminaba por los pasillos hacia su habitación. Sacudió la cabeza mientras borraba cualquier pensamiento desagradable de su mente.
Raven: Voy a prepararme yo también, que he salido más tarde.
Jess: ¿Vendrá tu amor, Rave?
Raven: Ya sabes que es discreto.
Grace: ¿Algún día lo conoceremos?
Raven: Algún día.
***
—Te digo en serio que se ha puesto a hablarme a esta distancia —lo dijo con la nariz de Courtney junto a la suya y mirándola fijamente a sus ojos. Quizás se acercó de más, pero Raven estuvo tan cerca que pudo sentir aquel «No» contra su boca.
—Tú lo flipas.
—Te lo juro. —Aún no se apartó de ella, pero a su amiga parecía no importarle—. Eres guapa, tía.
—Aparta. —Courtney la empujó y ella soltó una risita mientras terminaba de colocarse la chaqueta—. Olvídate de Raven y disfruta de Grace.
—Acompáñame un día a la librería y te la presento.
—Paso de verte babear por algo imposible. —Se rio de ella y la miró—. ¿Qué tal me queda? —Dio una vuelta sobre sí misma para que comprobase que el pantalón sujetaba todo.
—Te follaba si no fueses mi amiga.
—Admitido entonces. —Se sonrieron y terminaron de recoger las cosas antes de salir de la residencia.
Courtney dormía en la habitación de al lado, eran individuales todas, pero se coló en la suya para darse los retoques finales. A aquella fiesta iba a ir el chico con el que Courtney llevaba tonteando desde hacía varias semanas, así que sabía que esa noche iba a volver sola con mucha probabilidad: su amiga era un bomboncito que iba a disfrutar mucho.
—¿Al final vas a recoger a Grace?
—Me ha mandado un mensaje de que iba a ir antes a la peluquería y que le pillaba cerca de la casa de Carter. Así que… La veré allí. —Se encogió de hombros.
—¿Vas a acostarte con ella? —preguntó directamente y ella sonrió, mirándola de reojo—. Está bien, esa mirada refleja muy bien tus pensamientos lascivos.
—Sí, suelo tener muchos pensamientos lascivos —admitió.
No tardaron demasiado en llegar, la casa estaba cerca del campus universitario, y vieron que la fiesta ya había comenzado sin ellas. Bueno, ninguna de las dos era demasiado importante. Cruzaron la estancia, pasando entre las distintas personas que bailaban o hablaban entre ellas hasta encontrar a alguien conocido.
Paró en seco cuando la vio a lo lejos contoneándose al ritmo de la música, disfrutando ella sola de la melodía con los ojos cerrados. Suspiró de forma sonora, llamando la atención de Courtney, que se giró para mirarla al mismo tiempo que ella lo hacía, conectando sus ojos.
—Está aquí.
—¿Quién? —preguntó extrañada, girando la cabeza una vez más para comprobar a quién se referiría.
—Raven.
—¿Quién es? —pidió saber y ella volvió a enfocarla.
—La chica de pelo castaño que está bailando ahí junto a… —intentó reconocerla y se sorprendió—. Jessica y Ofelia.
—Grace viene hacia aquí —comentó Courtney en un susurro y entonces ella la enfocó antes de verse envuelta en un abrazo.
—Grace. —Sonrió, apoyando las manos en su cintura, ligeramente incómoda por la invasión.
—Alexa, pensaba que ya no venías. —Había bebido, eso se notaba.
—¿A qué hora empezaba la fiesta? —se extrañó.
—Me voy a buscar algo de beber, os dejo a solas.
Vaya, Courtney se iba. Genial.
«Mierda, Alex, ¿qué te pasa? Si querías liarte con ella».
Miró sobre el hombro de Grace y vio que Raven continuaba meneando las caderas al ritmo de la música, pero ahora ella estaba en su punto de vista. Le sonrió ligeramente antes de saludarla con un movimiento de cabeza y su amor platónico hizo lo mismo.
—Hace dos horas. ¿Por qué has venido tan tarde? —preguntó arrastrando las sílabas y apoyando las dos manos en sus hombros para mirarla fijamente.
—Ben me dijo que empezaba a las doce… Lo siento.
—Bueno, al menos ya estás aquí.
—Sí. —Sonrió a la chica antes de coger su mano y darle una vuelta sobre sí misma antes de pegarla otra vez a su cuerpo—. ¿Quieres bailar?
Grace asintió varias veces, y debería haberse pensado un poco antes eso de bailar con una animadora, porque de repente recordó aquello de que quería liarse con ella. Aunque también le gustaría acercarse y hablar con la castaña que contoneaba las caderas de esa forma tan sugerente. Grace se acercó de más y enterró el rostro en su cuello, entonces sus ojos pudieron conectar mejor con los marrones de Raven que la miraba fijamente con media sonrisa dibujada en la cara. La recorrió completamente antes de tragar saliva al ver cómo levantaba los brazos a la vez que hacía como que se recogía el cabello antes de dejarlo caer por su espalda al darse la vuelta y mirarla sobre su hombro.
—Dios —suspiró, y volvió a tener a Grace a la vista.
—Te mueves bien, Alex.
—Gracias. —Sonrió, algo nerviosa. ¿Y Courtney decía que no estaba tonteando de vuelta? ¿Qué había sido eso si no?
—Pensaba que eras más lanzada, por lo que he oído.
—Acabo de llegar. —Intentó que su voz sonase coqueta al mismo tiempo que rodeaba su cintura con los brazos.
La chica rio suavemente antes de hacer un movimiento que la dejó sin aliento contra su entrepierna y acercarse para hablarle al oído.
—Llevo deseándote desde hace mucho tiempo —confesó Grace y sintió un escalofrío al notar su aliento contra ella, después se atrevió a morder ligeramente el lóbulo de su oreja.
—Ah, ¿sí? —se interesó y quiso poder mirarla de nuevo, pero tuvo que cerrar los ojos al sentir sus labios delineando su cuello.
—No hay demasiadas miradas sobre nosotras, y no he tenido una salida triunfal del armario como tú… ¿Te gustaría ir a un sitio más privado?
—Eh… sí. Sí, sí. Sí, claro.
Grace sonrió y tiró de su mano, dirigiéndolas hacia las escaleras. Nada más se alejaron de la multitud, ella misma fue la que capturó los labios de la animadora mientras subían los escalones a trompicones y se dejaba guiar por ella hacia donde quisiera de la casa. Y una vez más, su mente empezó a imaginar.
***
—¿Qué te pasa? ¿Por qué tienes esa cara? —Ofelia habló a su lado, dándole suavemente con las caderas al bailar.
¿Qué le pasaba? Uf. Le pasaba que se sentía idiota, porque ¿qué le importaba a ella si Grace se llevaba a Alexa a otro lado? Pero no podía dejar de pensar en lo que posiblemente estarían haciendo tras tanto tiempo desaparecidas. Y no solo el tema de Alexa le tenía la mente saturada, sino que ya había recibido un mensaje conciso de «porche de los Thompson en diez minutos». Y, por primera vez, no quería verlo.
Había sido de un minuto al siguiente, porque esa mañana no se sentía así. Fue culpa de la conversación mientras iba en bicicleta a su lado, por eso ahora estaba pensando en ella, en los «sal conmigo» y en lo cerca que estuvo de su boca. ¿Y Grace ahora estaba besándola? ¿Y cómo besaría Alexa?
«¿No decías que eres hetero? Sal de la casa, líate con tu novio en su cochazo y deja de pensar en ella».
—Tengo que salir un segundo —contestó a su amiga.
Avanzó hacia la salida, recogiendo su abrigo tras estar un rato buscándolo entre todos los que había. Salió a la calle y vio a dos casas de allí su coche aparcado y a él apoyado en la carrocería del vehículo, fumándose un cigarro. Cuando la vio llegar, el hombre le sonrió dejando caer el brazo que sostenía el pitillo y estirando el otro para rodear su cintura y pegarla a él.
No tardó en besarla de forma intensa y ella correspondió el beso, muy entregada a la causa, sujetando sus mejillas con ambas manos.
—Te he echado de menos, morenita —murmuró contra su boca, clavando aquellos ojos claros en ella.
—¿Te han tenido entretenido hasta ahora en la empresa? —se burló y le hizo gracia el bufido que soltó.
—Odio las cenas de Navidad, en serio. —Volvió a dar una calada al cigarro antes de dárselo a ella.
Lo miró unos segundos entre sus dedos antes de llevárselo también a los labios, girándose para apoyarse sobre el cuerpo de su novio, que rodeó de nuevo su cintura desde atrás.
—Seguro que eres el rey de la fiesta. A mí no me engañas, Stephan —se metió un rato más con él.
Conoció a Stephan en una reunión de la empresa de su padre, él era el representante de la suya: un joven alemán perfectamente cualificado para el liderazgo. Al menos ella lo comprobó. No esperó que su empresa estuviese en la misma ciudad donde ella estudiaba, así que, en un encuentro fortuito en una cafetería donde ella estaba con sus amigas, el hombre le dio su número de teléfono escrito en una servilleta. Obviamente sus amigas fliparon un rato porque el hombre rubio increíblemente atractivo le había dado su número, pero no sabían que continuaron viéndose. Quizás era la diferencia de edad lo que le daba algo de pudor a la hora de admitir que estaban saliendo, aunque Stephan confesó que no sabía si iba a sentirse cómodo con «niñas de veinte años», así que también le dejó su tiempo. Ese tiempo duraba ya siete meses desde que estaban juntos, y al menos a veces iba a verla cuando salía de fiesta. Se olía que el momento de las presentaciones estaba cerca.
Era un hombre muy detallista y que se preocupaba mucho por ella, y eso le gustaba. Había oído muchas veces a personas comentar que le gustaba mucho la fiesta y el ligar, la realidad era otra, porque siempre buscaba relaciones serias y estables. Pero en algún lado deben empezar esas relaciones, ¿no? Que ella recordarse tan solo se acostó con dos personas nada más conocerse, que ella recordase: el idiota de Will y Stephan.
—La que seguro que eres la reina de la fiesta eres tú… —susurró contra su oído mientras ella daba una segunda calada al cigarro.
—Ven un día y compruébalo. Mis amigas están locas por saber quién es mi novio —lo soltó.
—Tu novio está loco por follarte. —Stephan mordió el lóbulo de su oreja y ella se estremeció levemente antes de notar sus manos contra sus caderas, instándola a moverse contra él.
Cerró los ojos al sentir que se estaba poniendo duro. Miró hacia la derecha y vio que algunas personas salían de la casa y hablaban en el porche y se giró de nuevo entre los brazos de Stephan para decirle que no creía que fuese el mejor lugar, pero el hombre la besó directamente. Un beso que comenzó necesitado, pero que acabó siendo muy suave, haciéndola sonreír en el proceso, sobre todo al sentir que agarraba la mano que tenía ella apoyada en su pecho.
Y admitía que le encantó el gesto, pero hasta que supo que las intenciones eran otras: bajarla hasta el bulto de sus pantalones. Le sorprendió que estuviese así de hinchado tan pronto, e intentó recordar el momento en el que se apoyó en él por si acaso no había sido consciente de que ya venía así, con ese objetivo.
—Stephan, aquí no.
Intentó separar la mano, pero él se la agarró con fuerza y empezó a restregarla contra su dureza, atrapando de nuevo sus labios. Ella no se lo devolvió y miró hacia los lados, viendo que había salido más gente de la casa y bailaban por allí: no quería que la viesen teniendo relaciones sexuales contra la carrocería del coche de Stephan. Dio un fuerte tirón de su brazo y dio un paso hacia atrás para separarse de él.
—He dicho que no —repitió y lo vio bufar antes de recuperar lo que quedaba de cigarro y terminárselo. Le extrañó su rostro y fue a preguntarle si estaba bien, porque jamás había hecho algo así.
—Entra —dijo, abriendo la puerta trasera del vehículo. Ella se cruzó de brazos y lo miró más confundida aún—. Entra al coche, Raven.
—No.
—Joder. —Tiró la colilla al suelo y la apagó dándole con la suela del zapato, entonces avanzó hacia ella y apoyó la mano en su cintura, acercándola a donde estaba—. Quiero hablar contigo en privado, aquí hay mucha gente. —Intentó resistirse, pero al final la incertidumbre del momento le hizo avanzar.
—Podemos hablar aquí fuera, la gente está en el porche de la casa.
—Entra al coche.
Volvió a decir, y esa vez empujó ligeramente de la parte baja de su espalda, sin hacerle daño, pero al fin y al cabo presionándola para entrar. Acabó sentada tras el asiento del piloto y él lo hizo a su lado, cerrando la puerta tras entrar. Lo miró unos segundos, insegura por primera vez en su vida al lado de Stephan.
—¿Estás borracho? —preguntó y él sonrió ligeramente.
—Lo siento, no quería presionarte a nada, pero, Dios… Mira cómo estoy. —Se señaló el bulto de los pantalones—. No sabes cómo duele.
No contestó y tampoco miró a nada, buscando abrir la puerta cuando escuchó que se desabrochaba el pantalón. Stephan se estiró frente a ella y activó el seguro de la puerta de su lado antes de apoyar la mano en su mejilla y obligarla a mirarlo. La besó con mucha suavidad, y casi pudo sentir que le pedía perdón por su comportamiento, por lo que ella le devolvió el beso despacio antes de sollozar cuando otra vez tuvo la mano contra su miembro ahora desnudo.
—No llores, morenita. Soy yo —dijo suavemente, mientras movía su mano con la suya hacia arriba y hacia abajo de su erección.
—No quiero hacer esto. No me gusta cómo te estás comportando —intentó separar la mano de él, y solo consiguió que gruñese antes de que tirase de una de sus piernas y consiguiese tumbarla en el asiento, colocándose sobre ella.
—Lo siento —dijo de nuevo mientras besaba su cuello y ella intentó apartarlo otra vez, sintiendo las lágrimas escaparse de sus ojos cuando el hombre rasgó las medias de invierno que llevaba y apartaba la tela de sus bragas.
El sonido del claxon del coche y una risotada consiguió que Stephan se incorporarse ligeramente. Ella dejó caer algunas lágrimas para conseguir ver bien y ver a alguien sentada en el asiento del piloto: una chica.
—Pi, pi, pi… —empezó a decir, claramente borracha, y dando una y otra vez al claxon mientras reía.
Miró a Stephan, que frunció los labios y se colocaba la camisa de tal forma que no se viese su erección.
—Perdona, chica, ¿puedes salir del vehículo? Vas a llamar la atención de los vecinos.
—Oh, hay gente. —Más risas.
Entonces pudo ver a la chica, y su corazón empezó a bombear con fuerza cuando pudo contemplar aquellos ojos verdes, esa vez medio cerrados por el alcohol, y con una sonrisa de boba que si hubiesen estado en otra situación le habría hecho sonreír también.
—Hola. ¿Qué hacéis? —Toda inocencia.
—Estamos en mitad de algo privado. ¿Puedes salir?
—Es que me gusta mucho este coche. —Miró la chica alrededor y ella aprovechó para colocarse bien la ropa interior y bajarse el vestido antes de sentarse y alejarse de aquel hombre que no conocía.
—A mí también. Vete.
—¿De qué son los asientos? —Alexa comenzó a deslizar una mano por el asiento del copiloto con mucha dedicación, como si lo que tocaba fuera lo mejor que había visto en su vida.
—Son de «te importa una mierda».
Ella frunció el ceño otra vez, aguantando las ganas de llorar, porque ¿qué le había pasado a Stephan? ¿Desde cuándo era así?
—Mira. —La chica mostró un vaso rojo de plástico con sonrisa de tonta—. ¿Son de los que se limpian bien? Porque se me ha caído antes un poco al entrar. —Soltó una risotada, tambaleándose ligeramente—. Uhhh… que se me vuelve a caer. —Esa vez rio más alto y la miró a ella, como buscando que viese lo divertido de lo que le estaba pasando. Ella miró a otro lado, totalmente avergonzada por todo aquello. Al menos estaba borracha y no se había enterado de nada.
—Joder, me estás cabreando. —El hombre abrió el seguro de la puerta y la instó a salir antes de hacerlo él y abrir la puerta del piloto. Alexa recorrió a su novio de abajo arriba antes de soltar una exclamación de sorpresa.
—Eres superalto.
—Sal ahora mismo de mi coche.
—No. —Más risas, y fue a intervenir, al ver que su novio agarraba a Alexa del abrigo que llevaba. La chica estiró el brazo hacia el asiento del copiloto, el que sujetaba el vaso—. Suéltame o lo tiro todo. —Sonrió.
—Ni se te ocurra.
—¿Crees que debería ocurrírseme?
—No —dijo Stephan entre dientes.
—Perdona, ¿qué has dicho?
—Que no —casi gritó y ella avanzó hacia él, agarrando su brazo y advirtiéndole con la mirada que la soltase.
—Admito que he escuchado algo de vuestra conversación. —Más risas, completamente borracha y poniendo en peligro su vida, porque Stephan la cogió con más fuerza—. Esa chica ha dicho varias veces que no, y parece que en tu jerga «no» es «sí».
Se llevó las dos manos a la boca cuando vio que Alexa vertía todo el contenido del vaso por todo el asiento, desde el respaldo hasta el suelo del coche. Y no le dio tiempo a intervenir cuando la chica estaba en el suelo tras ser sacada del coche a la fuerza, pero sí que se puso frente a ella cuando Stephan avanzó hasta donde estaba.
—Vete, Stephan —le advirtió, intentando que no le temblase la voz.
—Raven… —Fue a acariciarle la mejilla, pero ella se apartó, mirándolo seria.
—Está borracha. —Se giró y la vio riéndose en el suelo, diciendo que había sido «una puta pasada» y que «había volado». Ella se agachó a su lado y la ayudó a levantarse, cargando con su peso al pasar un brazo por su hombro.
—Raven, ven a casa conmigo.
—No, no me ha gustado lo que ha pasado, Stephan. Necesito pensar. —Ni siquiera lo miró mientras colocaba un brazo alrededor de la chica y avanzaba hacia la acera, seguidas por Stephan.
—Quiero explicártelo.
—Stephan, si alguna vez has sentido el más mínimo respeto por mí, vete. Mañana te llamaré cuando piense bien en lo que ha pasado…
Otra vez vio arrepentimiento en su mirada, pero no quiso ceder. Una vez fallaba, dos no. Empezó a avanzar con la chica, que iba hablando de cosas sin sentido, y vio pasar el coche de Stephan por la carretera al irse. Al menos no iba a seguirla, porque… ¿qué había pasado? Observó sus manos y vio que aún temblaba, entonces Alexa se la sujetó en condiciones y dejó de ir colgada de ella.
Le confundió el cambio y la miró directamente: ni rastro de algún tipo de borrachera y mucha preocupación en su rostro.
—¿Estás bien? —susurró, parando el avance y deslizando una mano por su mejilla con tanta suavidad que consiguió que un sollozo se escapase de su garganta. ¿Había fingido todo para ayudarla? ¿Y si Stephan hubiese estado más agresivo y le hubiera hecho más daño? Vio que tenía un arañazo en la mejilla, que hacía juego con el de la barbilla, seguramente al caer en la carretera.
Alexa no insistió en que hablase, ni tampoco dijo nada más, simplemente le ofreció un abrazo, extendiendo con cuidado sus brazos y ella encontró refugio entre ellos.